Para el consumidor ambientalmente consciente, estas se encuentran entre las verdades más inconvenientes: Mucho alimento se pierde en desecho. Los alimentos traen mucho envase. Y muchos de los envases están hechos para perdurar por siglos.
Ahora podría haber una respuesta para todos estos problemas: usar el alimento en exceso para hacer los envases.

Un número creciente de emprendedores e investigadores están trabajando para convertir alimentos como champiñones, quelpo, leche y cáscaras de tomate, en sustitutos comestibles –si es que no sabrosos- de plásticos, envolturas y otros materiales de envasado.
Sus esfuerzos están apareciendo en la forma de empresas de alimentos y brebajes que no solo están buscando contenedores biodegradables –Nestlé Waters y Danone anunciaron recientemente un proyecto en conjunto para hacer botellas a partir de madera- sino que están también sumándose a los esfuerzos de los gobiernos, restaurantes y consumidores, para reducir los desechos, que contribuyen a la emisión de gases de invernadero que cubren al planeta.
El Departamento de Agricultura de los EEUU (USDA), por ejemplo, está dándole un nuevo significado a la noción de pizza con extra queso: un equipo de su laboratorio de investigación en Wyndmoor, Pensilvania, ha desarrollado un material a partir de proteína de leche, que se puede usar para hacer cajas de pizza, envolver queso, o para crear digamos, paquetes de sopa que se pueden verter directamente en agua caliente. traducido por agriculturers.com. El producto puede servir incluso como un sustituto para el azúcar usado en hojuelas de cereales y evitar que se humedezcan con facilidad, aseguró Peggy Tomasula, investigadora en el laboratorio, aunque también resaltó, de que a estas alturas el producto puede resultar poco económico para algunas aplicaciones.
El proyecto se desarrolló a partir de la búsqueda por parte del USDA, de maneras de poner en uso algo de sus pilas de leche en polvo; el consumo de leche ha declinado por años, pero los subsidios federales para la industria láctea han mantenido la producción.
El Centro Merck de Bosques y Tierra agrícola, un grupo ambientalista sin fines de lucro de Rupert, Vermont, que se sustenta mediante la venta de jarabe de arce, enfrentó un dilema.

“Incurrimos en grandes gastos para producir jarabe de arce y más gastos aún para obtener la certificación orgánica, para luego transportar todo en plástico” dijo Tom Ward, un anterior director ejecutivo del centro, refiriéndose a los contenedores y a los pellets de espuma que usaron para enviar los pedidos. “Parecía no tener sentido”.
Por lo que durante los últimos dos años, el grupo ha estado enviando sus jarabes en botellas empacadas con un material hecho a partir de champiñones. “Literalmente lo puedes romper y poner en una pila de compost, y luego dispersarlo alrededor de tus rosas”, aseguró el Sr. Ward. traducido por agriculturers.com. “Creo que lo que estamos haciendo es un microcosmos de lo que se viene en términos de productos que son sostenibles de principio a fin”.
Aquel material de empacado a base de champiñones es la invención de Ecovative, una empresa de diseño de Green Island, Nueva York. “Estudié ingeniería mecánica, y estaba trabajando en turbinas, no podía olvidar lo que vi cuando era un niño creciendo en una granja en Vermont”, afirmó Eben Bayer, un fundador. “La biología realmente es la mejor tecnología disponible, y hemos empezado a pensar en las células más como maquinas vivientes”.
El producto de Ecovative está hecho utilizando un hongo filamentoso que se forma en las raíces de los champiñones cuando crecen en ambientes como pilas de hojas muertas o compost. traducido por agriculturers.com. Ecovative cultiva el hongo en una variedad de sustancias, lo que lleva a generar materiales de diferente fortaleza, flexibilidad y durabilidad.
“Hasta podrías comerlo”, afirmó el Sr. Bayer, “aunque no incentivamos a hacerlo”.
Durante los últimos años, los gobiernos han estado financiando calladamente esfuerzos por desarrollar material de empacado a partir de alimento. La Unión Europea, que respaldó un proyecto para desarrollar recubrimientos a partir de proteínas de suero y papas, desde el 2011 al 2015, estima que el mercado mundial de los llamados bioplásticos está creciendo tanto como un 30 por ciento cada año.
Llevar esos productos al mercado, sin embargo, es un desafío. El USDA, por ejemplo, trató de crear interés en un producto basado en proteínas de la leche, hace más de una década atrás, pero no halló interesados, dijo la Dra. Tomasula. El costo y el hecho de que era susceptible a la humedad hizo que fuera difícil de vender.
“Las películas comestibles estaban recién partiendo en ese entonces, y había mucha gente jugueteando con ellas”, dijo. “Pero el desecho de alimentos y la seguridad alimentaria no eran tema en aquel entonces, y nadie los tomaba mucho en cuenta”.
Los tiempos han cambiado. Mike Lee, el fundador de Future Market, una firma que pronostica tendencias, ha estado prestando atención a los productos como el envasado de queso. “Hasta puedo visualizar a un mercado de vegetales sin envasado convencional algún día”, dijo el Sr. Lee.

No obstante, él ve también obstáculos. “Aun cuando estos productos son importantes”, dijo, “hasta que alguien salga y diga, voy a usarlo a gran escala, no son más que ciencia buscando alguna aplicación”.
Grandes empresas como PepsiCo y Nestlé están más interesados hoy en día de lo que estaban hace algunos años, presionados por consumidores que están cada vez más conscientes de que los alimentos que comen y sus envases pueden dañar al medioambiente.
Sin embargo, las empresas se mantienen escépticas. “Algunas de las cosas que hay por ahí son sólo artilugios”, aseguró David Strauss, líder de empaquetamiento de las operaciones de Nestlé en los EEUU. traducido por agriculturers.com. “Suenan bien, pero nunca serán competitivas en cuando a costos, o al final, no tienen el impacto en el medioambiente o en el agua que aseguran las personas que los fabrican”.
Además está el tema de la seguridad alimentaria: Nestlé dice que no querría que la demanda de envases más sostenibles reduzcan su suministro de alimentos, dada la difundida hambre en el mundo. “No es correcto envolver nuestros productos en un envase que podría haber sido usado en cambio, para alimentar a personas”, aseguró el Sr. Strauss.
Sin embargo, pocos están empezando a comerse la cáscara de los tomates luego de procesarlos. Un grupo de investigadores en Italia los ha usado para desarrollar un recubrimiento para latas.
Llamado Biocopac Plus, el producto busca reemplazar el BPA, o bisferol A, que es usado en envolturas para latas y botellas que contienen alimentos o bebidas. Pequeñas cantidades de BPA pueden migrar hacia los alimentos, lo que ha levantado preocupación en algunos consumidores y defensores de la salud, a pesar de las garantías de los reguladores en EEUU y la UE de que es seguro.
“Extraemos un polímero natural de la piel de tomate, y usamos eso para producir una laca para proteger a los alimentos envasados en latas de metal”, aseguró Angela Montanari, líder de envasado en la Estación Experimental para la Industria de Preservación de Alimentos en Parma, Italia. “Puede ser usado para tomates, guisantes, carne, pescado, todo tipo de alimentos enlatados”.
El proyecto, que originalmente se encontraba respaldado por la UE, está ahora siendo apoyado por un grupo que incluye a un gran conglomerado familiar agrícola de Italia, una de las mayores procesadoras de alimentos italiana, y un fabricante de revestimientos industriales. El grupo está construyendo una planta piloto en Mantua, Italia, para producir el revestimiento.
El Instituto Wyss para la Ingeniería Inspirada en la Biología, en Harvard, ha extraído quitosano, un polisacárido, a partir de conchas de camarones y langosta, y lo combina con fibras de seda para crear un plástico alternativo para envasado, llamado Shrilk.

Lo ponemos en diferentes capas, como en las alas de un insecto, y hemos demostrado que puedes hacer láminas que parecen algo así como un envoltorio Saran, pero mucho más fuertes”, aseguró Robert Cunningham, director de desarrollo en el Instituto Wyss.
El Dr. Cunningham aseguró que el Shrilk podría ser usado para hacer cartones para huevos o envolturas para lechugas. traducido por agriculturers.com. Dijo que varias empresas grandes de empacado han mostrado interés en el producto, pero que aún no es competitivo en cuanto a costos. “El próximo paso será entrar en la industria y cambiar la economía”, afirmó.
Un emprendimiento británico llamado Skipping Rocks Lab, está tomando el asunto en sus propias manos. La empresa ha desarrollado un envoltorio llamado Ohoo a partir de algas comestibles, y está construyendo una máquina para producir contenedores a partir de Ohoo para envasar agua, jugos, cosméticos y otros líquidos, en el momento.
Un negocio de venta de jugos podría producir los contenedores con cada pedido, por ejemplo. “Es algo así como una máquina espresso que pones en el anaquel y haces un contenedor de Ohoo mientras el cliente espera”, dijo Rodrigo García González, uno de los fundadores de Skipping Rocks.
La empresa ha conversado con varias de las empresas de brebajes más grandes del mundo, aseguró el Sr. García, pero ninguna ha acogido a Ohoo aún.
“Esas conversaciones se están moviendo lentamente, ya que este es un producto que desafía al status quo”, dijo. “Y hay gente que está haciendo harto dinero del status quo”.
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